The Voice en San Sebastián (Parte I)
Saúl González nos cuenta su experiencia en una edición algo peculiar del Festival de Cine de San Sebastián
A pesar de haber estado marcada por la situación sanitaria por la que pasamos, la 68 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián se ha desarrollado con la naturalidad propia de la “nueva normalidad”. Personalmente no puedo comparar esta particular edición con anteriores al ser mi primera experiencia en este festival. Sin embargo, no puedo más que destacar la capacidad de la organización y todos sus trabajadores de llevar a toda la gente que permite la tesitura a llenar todos esos templos al cine que forman parte de la red del festival.
Como amante de este maravilloso arte solo hay una cosa de la que podría arrepentirme durante esta experiencia: no haber visto más películas de las que tuve la oportunidad de ver. A pesar de ello, me fui de San Sebastián habiendo disfrutado de una serie de grandes películas de las que tengo que destacar las siguientes:
'Beginning' de Dea Kulumbegashvili
Más allá de lo que tenga que decir de 'Beginning' desde mi perspectiva, la cinta georgiana ya ha ganado por méritos propios una mención especial dentro de esta edición del SSIFF. Y no es para menos, ya que la película de Kulumbegashvili acaba su paso por el certamen con la Concha de Oro a la Mejor Película, el Premio del Jurado al Mejor Guion y la Concha de Plata a la Mejor Actriz para la gran interpretación de Ia Sukhitashvili.
'Beginning' (titulada 'Dasatskisi' en su idioma original) es una grandísima película que sobre todas las cosas busca que sea la gramática cinematográfica sobre la literaria la que resuelva el discurso. Y es precisamente por eso que creo que es un film que no llega a ser del gusto de todo el mundo. Sin embargo, creo que una mirada activa y paciente permite disfrutar de la magnitud de este título.
Dea Kulumbegashvili, cuando menos, sorprende tanto por la forma, que bebe evidentemente de la forma de hacer cine de Bela Tarr, como por el contenido, que mezcla elementos puramente naturalistas con digresiones fantásticas de enorme significación para el sentido final de una película con una gran profundidad psicológica. Profundidad que consigue gracias al elemento que más destaca de ella, y la que creo que más “enemigos” le hace ganar: una concepción del montaje basada en una enorme elongación del tiempo que permite, gracias a la simple contemplación, entender la deriva de sus personajes, sobre todo de su protagonista.
Es este elemento, además, el que creo que hace entender la enormidad de la actuación de Ia Sukhitashvili. Más que por la evidente dificultad técnica que supone aguantar unas tomas que llegan a superar los 10 minutos, por su capacidad de conducir las emociones del personaje y, por consiguiente, del espectador, hacia el lugar que se requiere sin la “ayuda” que generalmente brinda el paso de plano.
'Hil-Kanpaiak (Campanadas a muerto)' de Imanol Rayo
Imanol Rayo repite en el Festival de cine de San Sebastián, al que ya acudió en 2011 con su primer largometraje, 'Bi Anai', que entonces ganó el premio Zinemira. Con este precedente, Rayo presenta en esta 68 edición del Festival 'Hil Kampaiak (Campanada a muerto)', un thriller negro totalmente en euskera ambientado en el ámbito rural.
Basada en la novela 33 ezkil, de Miren Gorrotxtegui y que no he tenido la oportunidad de leer, 'Hil Kampaiak' tiene un guion de gran atractivo que se va desgranando con lentitud pero gran interés. Es de destacar su estructura, dividida en tres espectros temporales que se mezclan e interrelacionan: del 1970 al 1990 y de ahí a la actualidad para narrar la historia de la familia protagonista, encarnada por Itziar Ituño, Eneko Sagardoy y Yon González, así como de sus personajes orbitales, entre los que hay nombres como Kandido Uranga, Asier Hernández e Íñigo Aranburu.
Teniendo en cuenta la gran cantidad de elementos con los que juega la película, considero realmente interesante la capacidad elíptica que demuestra Rayo, cosa que no solo se limita a la propia narración de la historia y, por consiguiente, al montaje, sino también a la propia puesta en escena, sobre todo con los encuadres y el uso del fuera de campo, que toma una dimensión importantísima en el clímax de la película.
Este recurso que le permite al autor esconderle información al espectador tiene en Hil Kampaiak un sentido enorme, en la medida en que trabaja notablemente la construcción de los diferentes puntos de vista que trata en una historia llena de personajes atormentados por aquello que no saben acerca de su historia familiar, aquello que se les ha ocultado toda la vida.
A pesar de que al entrar a la sala de cine esperaba algo totalmente distinto, terminé de ver esta cinta gratamente sorprendido por lo que ofrece, y, sobre todo, con la sensación de que detrás de cada plano existe un enorme trabajo e intencionalidad. Y eso siempre es de agradecer.
'Le sel des larmes' de Philippe Garrel
A estas alturas, creo que poco queda por decir acerca de Philippe Garrel. En su nueva cinta, 'Le sel des larmes', este gigante del cine galo trata en profundidad el tema de la masculinidad tóxica, enmarcado en ese tipo de relato que ya se ha convertido en un sello de su estilo: una historia de desventuras amorosas protagonizadas por un joven que podríamos considerar como un alter-ego del propio Garrel, intepretado por Logann Antuofermo; un padre virtuoso y ducho en el arte de la carpintería, encarnado por André Wilms; y una serie de mujeres que van pasando por la vida del protagonista con distinta fortuna, con las remarcables actuaciones de Oulaya Amamra, Louise Chevillotte y Souheila Yacoub.
Es, sin duda, un argumento que cabe en esta ola de cine narrativo alejado de sus piezas más vanguardistas, y hay que decir que se trata de un gran ejemplar de este. Así, es una película que todo entusiasta de este estilo, como personalmente soy, va a disfrutar.
No es solo el argumento lo que destaca como identificativo del estilo garreliano en 'Le sel des larmes', sino esa reconocida manera de filmar que tiene el francés: un blanco y negro de elección estética, una sobriedad para la puesta en escena que en ocasiones llega al minimalismo, la estilización de la realidad para convertirla en poesía… Todo eso se encuentra en este título, en el que incluso Philippe Garrel cita obras de su propia creación mediante el uso de, por ejemplo, el sentido de ciertos movimientos de cámara. Quien no me crea, que vea 'Un éte brulant'.
Es, sin embargo, la voz en off el recurso que bajo mi punto de vista más reluce en la película, ya que es el que guarda la tesis del autor acerca de esa masculinidad tóxica. Y para ello no se vale nada más que de un narrador omnisciente que relata los sentimientos y pensamientos del protagonista en momentos minuciosamente escogidos.
Con este elemento, Garrel consigue que el espectador reflexione acerca del carácter realmente nocivo del comportamiento de este personaje, muy a pesar de que sea al que acompañemos durante toda la película y con el que más nos identifiquemos.
'La última primavera' de Isabel Lamberti
Dentro de la sección New Directors, Isabel Lamberti presenta su primer largometraje, 'La última primavera', un relato acerca de las condiciones de vida de una familia de La Cañada Real, los Gabarre-Mendoza, que se ven obligados a ver destruida la casa que han construido durante toda una vida.
'La última primavera' pasa por el Festival de San Sebastian llevándose el Premio Kutxabank-Nuevos Directores, y no es para menos, ya que se trata de una grandísima película y, bajo mi punto de vista, de un film de gran mérito, dejando a parte su condición de ópera prima.
Todo en La última primavera destila una sensación de realidad apabullante, a pesar de tratarse de una historia ficcionada. Desde las situaciones que Lamberti decide crear (o recrear), hasta los espacios, para los que supongo que existió un enorme trabajo de localización e integración, así como en las interpretaciones.
En 'La última primavera', los intérpretes son, literalmente, los personajes. Isabel Lamberti decide usar actores no profesionales para desarrollar el relato, cosa que cimenta esa sensación documental de la cinta y, sobre todo, que hace reflexionar profundamente acerca de la situación del estrato de la sociedad que decide tratar. La película consigue con creces acercarnos esos personajes, los relatos, aspiraciones y preocupaciones de las personas a las que pertenecen, y todo ello sin caer en maniqueísmo de tipo alguno.
Otro de los grandes aciertos en los que incurre Lamberti al presentar la historia es la concepción de la cámara, en constante movimiento, casi líquida, que nos lleva allá donde van los personajes y se mueve con ellos, no solo física, sino también emocionalmente.
Es interesante por otro lado la cuestión espacial que entronca la película. Hasta bien avanzado el metraje no salimos del poblado en que viven los protagonistas de este relato coral, con la intención de hacernos conocer este hábitat tanto como si fuera nuestro. Una vez Lamberti nos lleva fuera de allí, hay un elemento importantísimo para la creación del discurso: el puente que separa a estos personajes del resto del mundo, constantemente presente en el desarrollo de la historia y con múltiples rimas que llegan a cotas brillantes y desoladoras a la vez.
'Sportin’ Life' de Abel Ferrara
Como colofón a la 68 edición del SSIFF, la organización se guardó una grata sorpresa: la presentación de Sportin’ Life, la última película de Abel Ferrara, rodada parcialmente durante los momentos más duros de la pandemia. Por si esta sorpresa no fuera suficientemente grata, todos los afortunados de poder acudir a la proyección tuvieron la suerte de escuchar al propio Ferrara presentar su nuevo título.
El cineasta estadounidense se presentó físicamente en San Sebastián para hablar (brevemente) acerca del proceso de creación de esta última película, que explora mediante la propia película el curso de producción de una obra cinematográfica en una especie de collage en la que Ferrara recoge esas formas discursivas experimentadas por cineastas como Pudovkin y Makavejev tan poco extendidas en la historia del cine.
Así, mediante filmaciones realizadas durante su estancia en la pasada edición de la Berlinale, como durante los conciertos de su agrupación musical, así como a través de material recopilado tanto de fuentes ajenas como de sus propias películas, Abel Ferrrara reflexiona acerca de su oficio y su arte. Su propio cine, su música, su familia y amigos, la situación por la que ha pasado el conjunto del mundo se interrelacionan y desembocan en él como creador.
Sportin’ Life se trata de un film bastante alejado de todos aquellos títulos que nos vienen a la cabeza al escuchar el nombre de Abel Ferrara. Y, sin embargo, es una obra magna en la que el director desnuda su alma como artista y demuestra que para hacer grandes películas no se necesita más que voluntad para transmitir o narrar algo, sin importar la cámara con la que filmes. Y trabajo, mucho trabajo.